Esa era una mañana
como otra cualquiera. El director del colegio Salesianos de Atocha abrió las
puertas como siempre y saludó a la recepcionista, que ya estaba esperando.
Después de repasar algunos asuntos, se fue a su despacho a tomarse otro café y
hacer algo de papeleo. Una hora más tarde, comenzó a oír jaleo.
- Aún no es la hora de
entrar… ¿Quién está formando ese ruido?
Mientras salía de su despacho para averiguar qué pasaba, el profesor de
Educación Física apareció corriendo, se chocó con él y ambos cayeron al suelo.
- ¿Pero se puede saber
qué pasa? – preguntó el director mientras se levantaban.
- ¡Es horrible, señor! ¡Todos los balones,
colchonetas y materiales de mi clase no están! – exclamó el profesor.
De pronto vieron
aparecer a las profesoras de Infantil corriendo por el pasillo:
- ¡Señor, señor! ¡Todos
los juegos y juguetes del colegio han desaparecido! – gritó una de ellas.
- Y en Primaria están
igual, todos los profesores están buscando los juguetes que los niños dejan
aquí para el recreo. – dijo otro profesor - Las peonzas, los balones de fútbol,
los cromos… ¡Todo ha desaparecido!
- Bien, esto ha tenido que ser un
graciosillo que ha escondido todo en alguna parte. – concluyó el director –
Tenemos que distribuirnos por el colegio y encontrarlo. No puede ser tan
difícil.
Sólo quedaba media
hora para que los niños empezaran a entrar en el colegio y todos los profesores
empezaron a buscar como locos en cada uno de los rincones del colegio. En el
patio, varios de ellos recorrían los campos de fútbol y baloncesto. De pronto,
un profesor grito:
- ¡AQUÍ! ¡MIRAD!
Todos se reunieron
alrededor de una de las canastas de la cancha color marrón mientras el director
examinaba la nota que había pegada a ella. La despegó y comenzó a leerla en
silencio.
- ¿Qué dice? ¿Qué pasa?
¿Dónde están los juegos? – todos los profesores empezaron a cuchichear y no
tardaron poco en pedir al director que la leyera en alto.
- Está bien, está bien.
La nota dice así:
“Sólo los niños que
son lo suficientemente inteligentes deben tener juguetes. Quienes no lo son, no
deberían poder jugar. Yo soy el Dr. Heinz Doofenshmirtz y he decidido que los
niños de este colegio no se merecen todos los juegos que tienen. ¡Deben estudiar
más!
Sin embargo, en el
caso de que quisieran intentar probar lo contrario, los juguetes los esconderé
detrás de un cuadro concreto en un museo de Madrid. A continuación dejo los
pasos que se deben seguir para llegar allí. SÓLO DOS NIÑOS del colegio deberán
seguir el trayecto y descifrar las claves. Si algún adulto les ayudara, los
juguetes desaparecerían para siempre…”
- ¿Sólo
pueden descifrar las claves dos niños del colegio? ¡Es imposible! ¡Son
demasiado pequeños! – exclamó extrañada una profesora de Infantil.
- Pues aquí dice que si les ayudamos hará
desaparecer todos los juegos… Es demasiado importante como para arriesgarnos,
seguro que este señor malvado nos está vigilando… - dijo el director.
Todos empezaron a
pensar qué hacer para conseguir devolver los juegos a todos los niños del
colegio. De pronto, cuando sólo faltaban 5 minutos para empezar las clases, una
profesora de Primaria dio en el clavo:
- No os preocupéis, yo
sé de dos niños que podrán hacerlo. Son muy inteligentes. Descifrarán todas las
claves, harán el recorrido y salvarán los juguetes del colegio.
-
¿Quiénes
son?
-
- Mateusz, de 5ºA y Manuel, de 6ºB. Seguro que ellos
podrán hacerlo.
Las clases comenzaron.
Mientras todos los niños comenzaban la mañana más aburrida que había habido en
la historia de un colegio, el director llamó a Mateusz y Manuel a su despacho.
- Chicos, sólo vosotros podéis conseguir que los juguetes
vuelvan al colegio. Sois nuestra única esperanza. Debéis seguir los pasos de la
nota de uno en uno. No os podemos ayudar, pero estoy seguro de que vosotros
resolveréis el enigma. Aquí os dejo la nota, tened muchísimo cuidado. (Las
notas entre paréntesis os dirá dónde buscar cada cosa en el ordenador).